La magia de la palabra escrita

Desde muy niña, descubrí la magia en cada libro que tuve la suerte de leer. Los primeros títulos que llegaron a mí me hablaban de la vida y obra de muchos santos y santas de la Iglesia Católica. No podía ser de otra manera, pues crecí en un pueblito del Ande en el que el clero constituía ese centro desde donde irradiaba el saber, las lecturas, los preceptos hacia toda la comunidad.

En casa, los libros no abundaban. Los pocos que había estaban dispuestos en algunas repisas y en las ventanas interiores hechas de tapia y yeso. Me recuerdo hurgando entre abultados títulos de biología: enormes libros de tapa roja que eran los protagonistas de la humilde biblioteca familiar. Me recuerdo hurgando entre gordos y misteriosos libros de álgebra y aritmética que eran los preferidos de papá. Me veo descubriendo el mejor título de todos y el que concitaba un interés muy particular en mi espíritu tan proclive a la imaginación: una edición maravillosa de Don Quijote de La Mancha, ilustrada y a colores. El rostro de lamento de Basilio frente a la hermosa Quiteria en aquella historia algo loca nunca se me borró de la memoria.  

Recuerdo que mi padre, al percatarse de mi gusto y afición por los libros, siempre que me tocaba alternar habitación con mis hermanos en la casa familiar aún en construcción, se encargaba de acondicionarme un espacio de lectura iluminado por el tono rosa de una hermosa lamparita que, noche a noche, con su luz tenue, creaba el marco perfecto que me permitía zambullirme en un universo mágico en el que podía sentir, creer, reír, llorar, vivir intensamente; en suma, ser feliz. 

Quienes hemos encontrado en los libros y en la escritura ese lugar cálido y amable que nos emociona, nos acaricia, nos comprende, nos contiene y nos deja soñar e ilusionarnos sabemos cuánto nos cuesta (y nos conmueve) lograr que un título salga a la luz. Todo el proceso anterior a la publicación, ese espacio de creación en el que la inspiración llega a nosotros como una avalancha de ideas y de emociones es de lo mejor que me ha tocado vivir en esta nueva experiencia de sacar a la luz una revista como la que, en esta linda ocasión, ofrecemos a toda la comunidad de ávido lectores que, a través de una lectura amena, podrán conocer un poquito más de nuestro Perú diverso; de un Perú más allá de Lima, más allá de la gran urbe. 

Esta nueva experiencia de producción textual, más aún por el contexto en el que se ha presentado, ha sido, al mismo tiempo, una experiencia más de sanación a través de la palabra escrita, pues el alma entera ha quedado plasmada en cada línea. Y es que, cuando escribimos, nuestros más íntimos sentimientos son los que afloran, de una u otra manera, en cada puntada que damos, en cada oración que hilamos, en cada frase digitada que nos arranca, al mismo tiempo, un suspiro profundo o una lágrima que humedece nuestro rostro y que, sin duda, renueva nuestro espíritu, y lo prepara para una nueva vuelta al mundo: con otros ojos, con otros ánimos, fortalecidos, encorajinados. Esa magia sanadora esconde también la escritura. 

Es de esta manera que buscamos mostrar cuánto nos apasiona la escritura como forma de creación y como espacio de aprendizaje intenso que nos permite plasmar las ideas más diversas que podamos tener con el fin de compartirlas con los demás. Al mismo tiempo, buscamos comprender y conocer, cada vez más, sobre la creación artística en todas sus formas. Por eso, para el primer volumen de nuestra revista, hemos hecho el esfuerzo adicional de considerar el trabajo artístico de un huarino que tiene mucho que aportar desde su mirada del mundo. Así, Dind Pujay Meza colaboró con nosotros poniendo su arte en la carátula de nuestra revista. Queremos mostrar todo ello al mundo que nos rodea: lo que somos, lo que sentimos, lo que buscamos, porque tenemos el derecho de hacerlo y porque es absolutamente válido que cada ser humano encuentre en el mundo su razón de ser, su motivación, su espacio de aprendizaje y de crecimiento. 

Desde nuestro modo de ver ver la vida, comprendemos que los seres humanos, más que nunca, necesitamos sentirnos conectados, necesitamos sentirnos miembros de una comunidad sensible, respetuosa, que nos acoge con nuestras particularidades, con nuestras propias características, con nuestras propias inquietudes. Y vaya falta que le hace al Perú lograr ese grado de sensibilidad y de respeto entre sus hijos. 

Finalmente, si bien, en primer lugar, nos dirigimos a todos los huarinos, invitamos a todo ávido lector a echarle una mirada a esta propuesta de lectura que, estamos seguros, no significará tiempo invertido en balde; por el contrario, alguna emoción, alguna idea, alguna imagen o alguna sugerencia puede brotar de ese diálogo que buscamos establecer con los demás. 

Esperamos que esta propuesta sea bien recibida; más aún si apostamos por el texto como objeto material, físico, pues pese al auge de la virtualidad (por el mismo contexto que estamos viviendo), nada podría reemplazar el placer de tener en nuestras manos un libro, una revista, un texto cualquiera. ¿Qué opinan ustedes? Estaré feliz de leer sus comentarios. 

Acompaño este post con una foto que tiene un significado muy pero muy especial para mí. 💓

En agosto, mi hijito y yo llegamos a Huari con la revista como equipaje. No sé si a sus cuatro añitos pudo ya comprender todo lo que ocurría a su alrededor, pero vivir junto a él esos momentos en los que dábamos a conocer la revista a nuestros vecinos del barrio fueron para mí muy significativos. ¡Muy agradecida con la vida por eso! 

#educación #lectura #diálogo #interculturalidad #proyectoeditorial

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